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LA VÍA MAGNA. BILBAO Y SU GRAN VÍA

Publicado en Spanish Way y Baskonia Cultura

 

KILÓMETRO Y MEDIO POSEE ESTA MODERNA VÍA MAGNA, GRAN VÍA PARA LOS AMIGOS, ARTERIA PRINCIPAL, VERTEBRADORA DE LA CIUDAD, EJE DE LA ESTRUCTURA URBANA

Lleva el nombre de un hombre ilustre, el fundador de la villa, Don Diego López de Haro, nombre indispensable para ser localizada en el GPS de turno, y cuya representación estática en el centro de la Plaza Circular preside el vaivén de sus ciudadanos.

 

Coqueta, refinada y tranquila, posee una gran capacidad de síntesis: bancos, comercios, arquitectura, ingeniería, gastronomía y grandes historias, como puntos fuertes. En estos tiempos de imagen renovada parece que el tiempo acompaña y una aparente luminosidad envuelve la Gran Vía, pero todavía se recuerda húmeda y gris, cuando la industria dejaba su huella en las fachadas, con chorretes de color negruzco, y el xirimiri y el paraguas eran parte del imaginario de la ciudad.

Diseñada en 1876 por Severino Achúcarro, Pablo de Alzola y Ernesto de Hoffmeyer, fue construida sobre la anteiglesia de Abando. Allí, en la hoy Plaza Circular encontramos la Estación del Norte, punto neurálgico para el viajero, muro con muro, con otro edificio que guarda en su haber grandes historias.

 

Diseñado por Achúcarro, pertenece hoy a la caja de ahorros BBK, pero a finales del XIX era uno de los primeros hoteles de lujo de Bilbao, Hotel Termibus, marca de hoteles al final de las travesías de los grandes expresos: calefacción, elevadores, cuberterías y vajillas importadas de París y una pasarela que comunicaba directamente con la estación. Esta cercanía, sin embargo, dio a lugar a algunas anécdotas, siendo más de uno los incidentes que llevaron a empotrar los trenes en los muros del hotel.

Cerró siete años después de su apertura, pero su historia nos deja otro hito de primeras veces, ya que en los años 60 albergó el primer restaurante de cocina de vanguardia que recibió en Bilbao una Estrella Michelín, inicio de la extraordinaria trayectoria culinaria de la villa.

 

Es curioso como míticos establecimientos de hostelería han ido dejando paso en nuestro universo capitalista, a grandes cajas de ahorros y firmas bancarias, siendo escasos los que sobreviven al tiempo, como uno de los cafés tertulia con más solera de los que coexistieron en la Gran Vía, el Café La Granja, donde conservan el mobiliario y la estructura que hace de estos cafés lugares dados a la confraternización.

Muchos de ellos abrieron sus puertas entre el Romanticismo y la Belle Epoque, pero desaparecieron para dejar paso a nuevos tiempos. El majestuoso edificio que construyó el BBVA vino a sustituir al Café García; desaparecieron también el emblemático Café Lion d’or, famoso por sus tertulias; o el Café Olimpia, entre otros muchos. De época posterior, el Café Toledo, conocido por tostar su propio café, dejó paso al edificio central de la BBK, cuando todavía era la Caja de Ahorros Bizkaina; y el Café Florida legó su espacio a la zapatería Ayestarán, que también guarda su propia historia.

Entre tanto edificio histórico destacan por su modernidad el rascacielos del BBVA, de cristales satinados en color anaranjado, que ha pasado a mimetizarse con el resto del conjunto clásico. Frente a él, la primera de las dos esplendorosas entradas principales, junto con la de Moyúa, al ya no tan nuevo metro de Bilbao, diseñadas por Norman Foster, representación explicita del diseño orgánico y sin las que ya no se entiende la imagen de la ciudad.

Un recientísimo edificio transparente, mejora de instalaciones y servicios bibliotecarios, imagen de arquitectura de vanguardia, se asoma anejo por detrás del fastuoso edificio de la Diputación Foral de Bizkaia, de Luis Aladrén a fines del XIX, característico por su generosidad en ornamentos historicistas.

A medio camino, eje de un cambio de dirección a la izquierda, encontramos la Plaza Moyúa o Elíptica, donde podemos disfrutar, entre otros, el edificio racionalista de La Aurora o el Palacio Chávarri de Paul Hankar, sede del Gobierno Civil, y encargo de Victor Chávarri, fundador de la siderometalúrgica La Vizcaya. De inspiración neo-flamenca, aún luce en todo su esplendor novecentista: complejo, asimétrico en su decoración pero homogéneo en su estructura, sin pasar desapercibido, tal como habría deseado su dueño primigenio.

En frente, podemos ver el Hotel Carlton, de Manuel María Smith Ibarra, construido al modo de los palacios parisinos de la época. El Carlton no es sólo un hotel, priman sobre él anécdotas y personajes ilustres como Alfonso XII, Einstein, Lorca, Hemingway o María Callas. Enclave privilegiado, fue sede temporal del Gobierno Vasco hasta la llegada de las tropas franquistas, aunque ya en 1934 Primo de Rivera había arengado a sus tropas desde la terraza.

 

Políticos, mandos militares, funcionarios o asesores se alojaron en él, convirtiéndose en localización de la oficina de prensa de la Agencia Reuters y en cuartel general de las tropas alemanas tras la guerra.

Moyúa es también el comienzo de un buen surtido de escaparates de diseñadores internacionales, algunos de toda la vida, otros arrastrados hasta Bilbao por el efecto Guggenheim y que se entremezclan con construcciones como el Edificio Sota de 1919, uno de los conjuntos de casas más notables.

 

Del arquitecto Smith y para Ramón de la Sota, dueño de la naviera Sota y Aznar, fue erigido como muchos de los otros, bajo el poder emergente de la burguesía industrial, evocando en este caso los estilos señoriales del XVI y XVII en el País Vasco. Otras edificaciones de gran presencia acompañan los pasos por el último tramo de la Gran Vía, obras de arquitectos de la talla de Ricardo Bastida o José María Basterra, entre otros.

Al final de la calle se alza majestuosa en el centro de la Plaza del Sagrado Corazón una colosal escultura de bronce dorado, situada a cuarenta metros de altura sobre un obelisco, vigía de entradas y salidas de la ciudad, que saluda desde su posición privilegiada a nuestro cicerone en la visita, Don Diego López de Haro, al que dejamos hace tiempo atrás al principio de la Gran Vía.

LA ACAMPADA Y EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS

Publicado en Spanish Way y Baskonia Cultura

 

AMANECE. EL SOL COMIENZA A APARECER POR EL HORIZONTE CON SU TONO AMARILLO BRILLANTE. DENTRO DE LAS TIENDAS DE CAMPAÑA LOS HABITANTES REMOLONEAN, PERO LA LUZ SE HACE CADA VEZ MÁS INTENSA. SE ESCUCHAN YA LOS CANTOS DE ALGUNOS PÁJAROS Y ALREDEDOR EMPIEZAN A SONAR LAS CREMALLERAS DE LAS PUERTAS, LO QUE INDICA QUE YA HAY GENTE LEVANTADA. ESTA ES LA CRÓNICA DE UN DÍA DE ACAMPADA EN LA MONTAÑA NAVARRA Y LOS PENSAMIENTO QUE DE ÉL DERIVARON

Alguien se anima y abre. El aire fresco de la mañana, la humedad de la noche, el olor a tierra y a hierba mojada, la fresca brisa marina, entran como una bocanada que golpea la piel, las fosas nasales, los pulmones, llenándolo todo de vida.

Con el primer paso la hierba arrulla los pies descalzos. Fría y carnosa se aplasta bajo la piel de un pie que se balancea para sentir mejor su tacto. Avanza, huele a café con tostadas mientras el sol resbala acariciando la piel y en un instante el tacto cambia y la arena, a penas templada, mimada por el sol de la mañana, les recibe. Unos pasos más y el mar, los tobillos, la cintura, el cuello y desaparecer bajo las aguas de una mañana de verano.

Hay muchos tipos de camping y muchos tipos de campista. Hay quien prefiere trasladar al camping sus casas, con habitaciones, comedores y cocinas, televisores, microondas, frigoríficos, lámparas, canarios, escobas y fregonas; y quien prefiere dormir y desayunar en el suelo, cocinar en un infiernillo y echar la siesta directamente sobre la hierba, olvidando por un momento que está en el siglo XXI y que en la vida real los electrodomésticos dominan su vida. También hay términos medios, como aquellos que prefieren comer en mesas y sillas plegables y dormir en un colchón hinchable sin privarse de los encantos de la naturaleza semisalvaje.

Los primeros suelen pasar todo el verano en el mismo lugar, a veces todos los fines de semana y otras todo el año. Se alojan en campings permanentemente atestados de gente donde todos son vecinos, casi como de la familia, y donde el que llega de paso se siente fuera de lugar.

Para el resto, los que poseen una gran convicción bucólica, nada de zapatillas de casa o felpudos, tan sólo comidas bajo el cielo raso, inhalar el aire fresco, ver casi todos los anocheceres y algunos amaneceres, la sobremesa bajo las estrellas, los niños soñando a ser indios, asilvestrados por la vida callejera del verano, y un largo etcétera de placeres sosegados.

Quienes gustan de placeres más delirantes también tienen su sitio en el camping, porque, por supuesto, los hay para todos los gustos: de montaña, de playa, de ciudad o situados en medio de la nada.

Los de montaña son los más apacibles, campings para dar paseos o disfrutar de los deportes del campo. A veces pasa junto a ellos un riachuelo de aguas cristalinas donde refrescarse después de un duro día de escalada y pueden alquilarse bicicletas, caballos o cañas de pescar. Apenas hay ruido salvo la naturaleza, que se alza a su alrededor con su manto arbóreo y donde todo el mundo susurra, ¡hasta los perros susurran!, por miedo a perturbar una paz que parece perpetua.

En la playa podemos encontrarlos de muchos tipos, pueden ser de tamaño mediano, grandes, enormes o realmente gigantes, llegando incluso a tener autobuses para trasladarse de una punta a otra, casi como una micro-ciudad.

El atractivo de los campings playeros puede radicar en que se acceda directamente a una playa o a una pequeña cala, a veces nudista, donde pasar las horas enfrascado en el silencio, el sol y las aguas tranquilas; de que en la playa se practiquen deportes marítimos como el surf, la vela, el windsurf; o de que en los alrededores haya una discoteca o ambiente nocturno. Una máxima: el tamaño del camping es directamente proporcional a la animación veraniega que lo circunda y, sin duda, al bullicio que en él exista dentro de las horas de sueño.

Hay quién piensa que quien viaja de camping lo hace por dinero, y puede que en muchos casos sea exactamente así, pero lo cierto es que hay quien disfruta del camping porque no te ata a ningún sitio y sin embargo lo puedes estar a todas partes y porque puedes viajar sin rumbo, con tu casa a cuestas y dejarla caer en cualquier parte mientras cambias cada día de paisaje frente a tu ventana.

Sin embargo, para disfrutar al máximo de esta forma de viajar hay que poseer cierto grado de romanticismo y disfrutar de que el entorno pueda llegar a dominarte: recrearse al observar las caravanas de hormigas que hacen acopio de los suculentos restos de tu desayuno; sorprenderte de que al sacudir los sacos por la mañana aparezcan los restos de una naturaleza muerta que arrastraron tus pies al levantarte a media noche; emocionarse al descubrir un tesoro en una piedra que ha pasado la noche bajo tu colchón, en una raíz seca arrancada de su tronco con la que tropezaste al caminar descalzo o en la gota de resina que se desliza por la tela de tu tienda de campaña; y por supuesto, maravillarse por la forma que tienen las arañas de tejer su tela entrelazada con tu ropa sobre la cuerda de tender, mientras se pegan a ella algunas gotas rocío.

Anochece, la gente termina de darse su baño nocturno y empieza a percibirse el cálido olor de una tortilla de patata preparándose para la cena. Cierta animación rodea el acto de cenar, con su tertulia y su juego cartas antes de acostarse. Poco a poco, según avanzan las horas y se acerca la media noche, el sonido se va atenuando hasta convertirse en un leve susurro que termina por desaparecer cuando el último habitante se acuesta. Al arrullo de la brisa y el movimiento suave de las hojas de los arboles que bambolean sobre sus cabezas, se dejan vencer por el sueño en su morada de tela, sintiendo la seguridad que ofrece el espacio acotado del camping, pero con un no sé qué salvaje dentro de sus corazones.

 

BIENVENIDO A BASABERE

Publicado en Baskonia Cultura

 

Éste es el relato de una mañana en Basabere, una granja-eskola muy especial , en Lezaun (Navarra), uno de esos planes de fin de semana o vacaciones que no puedes perderte si tienes niños.

Artizar acaba de hacer cuatro años y esta semana tiene varios días de fiesta en su eskola. Fue entonces cuando Tierras de Iranzu, me envió una invitación para visitar la Granja-eskola Basabere y decidí que era un plan ajustado para un día de conciliación familiar.  Y como tuvo el consenso deseado nos lo apuntamos el plan en la agenda laboral y familiar.

¡Qué emoción a la hora de acostarse! No podía conciliar el sueño pensando en todos los animales que iba a ver en ‘La Granja’. Artizar vive en un pueblo y todos los días está rodeado de perros, gatos, gallinas, cabras, ovejas, vacas y yeguas, con sus terneros y sus potros. Cualquiera pensaría que visitar una granja no supondría para él ninguna emoción, pero la realidad es que hay algo intrínseco al ser humano, algo que se aprecia aún más durante la infancia, que le impulsa a empatizar con la naturaleza y con todos esos seres que forman parte de ella.

 

Amaneció un precioso día para hacer una escapada rural, un viernes soleado de invierno, recuperado el paisaje tras el temporal.

El camino bien mereció el viaje, una vasta extensión de tierra entre las sierras navarras de Aralar, Urbasa y Andia. Cogimos el camino dirección Lezaun y comenzamos el ascenso, la nieve extendiéndose por la naturaleza bajo el sol brillante del invierno, aumenta la belleza de la zona ¡Exultante el espectáculo cuando llegamos a la cumbre!

Llegamos a Lezaun, un pueblo sencillo de tierras navarras, pero ubicado en un paraje excepcional, rodeado de bosques de hayas, robles y encinas y donde uno puede perderse en sus caminos, visitar sus neveros, alojarse en sus casas rurales o deleitarse con su gastronomía.

Allí, justo al lado del pueblo, encontramos Basabere. Nada más entrar nos recibió un hermoso estanque, donde patos, cisnes y otras aves palmípedas se agolpaban en el espacio acuático, mientras el sol comenzaba a derretir el hielo que se había formado en la superficie durante la noche. Todo estaba cubierto de nieve y el lugar resultaba ciertamente singular y hermoso.

Un trío de excepción, un halcón, un águila y un colorido loro, nos recibieron al llegar al edificio de recepción, y aunque había más invitados saludándose, esperando que comenzara la presentación, no pudimos resistirnos a adelantarnos a la visita y adentrarnos en parte de la granja, con sus cabras, sus caballos, sus cerdos, conejos, pavos y gallinas…

Un espacio donde los niños y las familias que no tienen ese acceso diario a la naturaleza y al contacto con la ganadería tradicional, o aquellos que si lo tienen pero lo disfrutan de igual modo, pueden hacerse una idea del proceso de los alimentos, de los cuidados que requieren los animales domésticos o aquellos otros a los que hemos asumido en un momento determinado como una mascota exótica.

Y digo mascota exótica, porque en Basabere pudimos ver una hiena, una familia de llamas, un canguro o un tapir y a la avestruz Lola, que se ha quedado sin pareja pero que sigue poniendo sus espectaculares huevos, además de un bonito aviario.

 

Para rematar el día, en Basabere nos convidaron a un exquisito aperitivo, donde pudimos degustar productos de nuestra tierra como la txistorra, unas exquisitas rosquillas que hicieron las delicias de Artizar, o un delicioso queso que, según me dijeron, parte de la reserva familiar de Basabere.

A partir del 13 de marzo les aguardan las visitas de los colegios, los talleres, el trabajo de la huerta, los campamentos, los paseos por la naturaleza, el seguimiento de los pollitos en la incubadora, el pan y las cuajadas y la atención a las familias que acudan con sus pequeños.

Artizar y yo quedamos satisfechos, y prometemos regresar cuando todo esté en marcha. Por nuestra parte os invitamos a visitar Basabere, donde Mikel, Ángel y sus educadores, os darán el mejor trato posible. Basabere es el resultado de un sueño…¡y se nota!

La frase del día

¿Qué es lo que más te ha gustado Artizar? Me ha gustado todo, la comida y todos los animales. Quiero volver otro día, pero ¿puede venir Aita?

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