Primavera

Los brotes empiezan a salir, limpiamos el plantel de fresas y trasplantamos los esquejes de tomillo en el jardín. La hierba empieza a cobrar verdor y se la ve estirarse suavemente, desperezándose después del invierno.

Flores blancas y amarillas comienzan a cubrir las praderas y el ganado ávido de alimento fresco no para de rumiar. Tras las intensas lluvias de primavera y las últimas nevadas de la temporada, se acurrucan frente al sol, secando sus pelajes gruesos, lanosos y enmarañados para poder secarse con el calor.

Corren las yeguas por los prados, con energías renovadas, antes de que la preñez que sigue al comienzo de la primavera y llega previa al verano las obligue a caminar con esa cadencia elegante que las caracteriza.

Comienzan a nacer los primeros corderos, los ratones de campo salen de sus madrigueras y los gatos, cansados de la comida seca del invierno, les acechan, medio en serio medio en broma, en ese juego cruel que nos reserva la naturaleza.

Los pájaros se acercan a mi ventana, a recoger las migas que dejan para ellos los niños cada día y se les ve activos por primera vez en muchos meses, pensando en montar sus nidos con los hilos de lana que caen de las ovejas, las crines de los caballos, las viejas hierbas, ramitas y flores que dan forma al lecho de su nidada.

Todavía hace frío, no calentará hasta entrado el verano, y la chimenea, con su fuego chispeante, se mantendrá encendida hasta la noche de San Juan, pero la luz vuelve a entrar por las ventanas y la vida empieza a otra vez su ciclo. Pronto volverán a ponerse en marcha las huertas con los nuevos frutos y volveremos a disfrutar, de nuevo, del sabor de la primavera. ¡Así es bucólica!